6 de marzo de 2015

La Clave: La Comunicación

Pienso que antes de comenzar a escribir posts acerca de temas de salud (los cuales serán más o menos delicados), he creído conveniente (aún sabiendo que no es mi campo) hacer un pequeño inciso hablando de lo básico que es saber hablar con nuestros hijos adolescentes.

En la relación entre padres e hijos, sea en temas de salud o en cualquier otro, la clave está en el diálogo. Pretender educar sin propiciar el diálogo es como intentar construir una casa sin una buena cimentación. Pero, ¡cuánto cuesta hablar con los hijos adolescentes! . La verdad es que en muchos casos no resulta fácil hablar con ellos, sin embargo, hay que intentarlo.

Las familias deben ser capaces de abordar temas sensibles y delicados de manera que encajen bien con sus valores familiares. Hay que recordar que evadir estos temas no van a eliminar su existencia. Si evitas hablar con tu hijo sobre temas difíciles, lo más probable es que busquen esta información en los medios o con sus amigos. Esto aumentará la probabilidad de que lo que escuche no esté de acuerdo con tus valores o que la información sea errónea o las 2 cosas. Muchos adolescentes dicen que saben acerca de algún tema delicado pero verdaderamente no saben mucho.

Tenemos que tener en cuenta que el diálogo con adolescentes tiene unos requisitos propios:
  • Crear un ambiente propicio y buscar el momento adecuado: no cuando los padres quieren, sino cuando ellos lo necesitan. No es fácil estipular un momento al día para hablar, porque quizá “tenga que contar algo” en el momento menos oportuno. En ese caso hay que dejarlo todo y atenderle, porque, aunque en ese momento haya cosas muy urgentes, seguro que no hay nada más importante. Así sabrán que siempre pueden contar con sus padres.
  • Confianza: es el requisito de toda comunicación. Además la confianza es una virtud recíproca, quien la otorga la recibe a su vez. Si no confiamos en nuestros hijos, si no les damos confianza, aunque nos resulte difícil e, incluso, nos parezca arriesgado, nos quedaremos sin saber lo que le pasa.
  • Aceptar sus formas. En muchas ocasiones no es fácil pero la serenidad la tenemos que poner los adultos; los hijos tendrán probablemente salidas de tono, levantarán la voz o discutirán apasionadamente. El respeto y el autocontrol que demuestra al hablar con su hijo algún día rendirá fruto en sus relaciones y conversaciones con otras personas.
  • Ser humilde y razonar: los adolescentes no soportan la pedantería y como algunos piensan que están de vuelta de todo, si se trata de vender la verdad absoluta en un tema, la conversación se transformará en una guerra de egos. Encontrar el equilibrio entre ser humilde y “yo tengo más experiencia en este tema, no tú” no siempre es fácil pero expresiones como “en mi opinión” o “lo que yo haría” y similares ayudan.
  • Intentar establecer pactos: hay que intentar saber ceder en lo superficial para “ganar” en lo esencial. La cuestión es que cuando se pacta, se produce un compromiso y el compromiso une.

En todo momento debemos procurar transmitir optimismo, quizá es lo que más necesitan en la etapa vital que están viviendo. Si somos padres gruñones que sólo sabemos quejarnos por todo, que siempre estamos “rallando” con lo mismo, que somos incapaces de ver lo positivo de sus cosas, seguramente estaremos levantando sin querer un muro que intercepta toda comunicación.

¡No tengáis miedo! Lo normal es que los adolescentes sean agradecidos y les encante que les dediques un poco de tu tiempo para hablar con ellos.

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